Varios oficios tradicionales de la ciudad de Quito pierden fuerza con el paso del tiempo y son pocos quienes involucran su vida para rescatarlos. Recorriendo el Centro de Quito nos encontramos con personajes que luchan constantemente por dejar algún legado en la ciudad, su trabajo. La mayoría, convertidos en atractivos turísticos, no temen a mostrar el orgullo que significa ejercer su pasión como actividad y rutina.
¿Quiénes son?
De tronco a obra de arte
En la casa 989 de La Ronda nos encontramos con:
Roberto Betancourt, un personaje amable que dedica su tiempo a la escultura en madera, aprendió su oficio hace 10 años en la antigua Escuela Quiteña. Su maestro, Gabriel García, le enseñó algunas técnicas que actualmente utiliza. Otras fueron enseñadas por los hijos del maestro. La escultura en madera que realiza éste tallador, no sólo involucra técnicas para esculpir un pedazo de tronco, sino que también se complementa con la pintura, el lijado, los vitrales y el dorado. Esto hace que sus esculturas se asemejen a la cerámica. Antes de hacer alguna pieza, Betancourt primero realiza un estudio de la figura que va a realizar. ‘‘Investigo la anatomía y canon del cuerpo humano… Practico a parte antes de hacer mi imagen para no equivocarme, al final dejo las caras, las manos y los pies’’, agregó. Este contemplador de imágenes religiosas en las iglesias de Quito espera igualar aquel arte que considera perfecto y enseñarlo para que no se pierda. ‘‘No soy egoísta, sí quisiera enseñar para que puedan aprender, ya que actualmente no existen centros como en los que aprendí’’, indicó. Orgulloso de su oficio, con mirada fija y voz reflexiva, concluyó, ‘‘Siempre habrá que luchar para que haya un éxito en la vida’’.
Imágenes tomadas de la página web 'noticiasquito' |
El hierro, metal artístico
Lo antiguo ya no tiene polvo
Por último en ésta casa de artistas nos encontramos con Humberto Santacruz, quien se considera un ‘médico cirujano de pianos’, ya que dedica su tiempo a restaurar aquel instrumento. A éste músico le toma meses dejar como nuevo un órgano antiguo y maltratado, pero su esfuerzo vale la pena. Rodeado de recuerdos entona una melodía en un piano de 1875.
Santacruz es la cuarta generación de pianistas de su familia. Su padre, Humbero Santacruz, fue un músico ecuatoriano muy reconocido. “Hago esto desde los 9 años… mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, soy la cuarta generación, me dedico a esto porque es mi vida”, aclaró. No sólo arregla pianos, sino que también enseña a tocarlos. “Esto no hay que forzar, debe nacer… Yo pienso que para todas las cosas uno debe tener vocación, de lo contrario no se metan porque llegan a ser profesionales frustrados”, recomendó.
Los juguetes también bailan
Cerca de la casa 989 en La Ronda, nos encontramos con otros personajes cuya pasión también es hacer arte. En otro pequeño local encontramos una ‘juguetería de madera’.Gerardo Zabala es el creador de juegos antiguos hechos en madera como trompos, perinolas, platillos, baleros, entre otros. Zabala dedica su tiempo al arte de la tornería desde hace 50 años. Su objetivo no sólo es mantener está tradición viva, sino también que los jóvenes sean los protagonistas de éstos juegos. “La juventud de ahora no conoce casi nada porque están con juegos que traen del exterior o los juegos del internet… lo que pasa es que no interactúan, se vuelven sólo espectadores más no actores”, agregó con pena.
La dulzura de un oficio
Entre hilos
Por otro lado, tenemos a dos artistas más. Ellos se encuentran al paso de la calle. Arrimados a una pared tratan de mostrar su habilidad y aunque no tienen aún permiso del Municipio esperan por largas horas que turistas aprecien su arte.Uno de ellos es Luis Maiguan, artesano desde hace 10 años. Él junto a sus hermanos tejen pulseras con la ayuda de un telar que ellos mismo crearon para poderse trasladar de un lugar a otro. “Nosotros nos ingeniamos esto para poder salir y mostrarle a la gente nuestras costumbres de Otavalo ", añadió.
Más abajo se halla a Marco Antonio Rodríguez, artista plástico. Dice no siempre encontrase en La Ronda, ya que depende del ‘espacio’. “No tengo permiso del municipio, ellos me suelen molestar cuando estoy por acá”, aclaró. En un pequeño pedazo de pared blanca y sucia, exhibe su arte. Pinturas son expuestas ante los turistas. Su creatividad se extiende en hojas secas de los árboles. Asegura querer entregar cultura con lo que plasma en sus obras. “El arte es comunicación”, reflexiona con una sonrisa.
El niño Jesus en el siglo XXI
No tan distantes de La Ronda, en el Centro de Quito, en la calle Rocafuerte y Venezuela, nos encontramos con una mujer alegre, María Luisa Gonzales. Ella junto a su esposo se dedican a restaurar y confeccionar artículos religiosos hace cuatro años. “Empecé el negocio por incentiva propia”, señaló. En un ambiente navideño, rodeado de luces y adornos; nos recibe amablemente y relata cómo empezó aquel oficio que les toma esfuerzo todo el año.
Imágenes recuperadas del diario La Hora |
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